sábado, 22 de noviembre de 2014

Nosotr@s (Tercera parte)


¿Cuánto tiempo ha pasado desde que le sigues la pista? ¿Qué es lo que te mueve? ¿Curiosidad, morbo o simplemente el compromiso que tienes con su historia? ¿Complicidad, tal vez, con nosotr@s?

Yo estuve ahí, presenciando cada una de las atrocidades que fueron quebrantándole el espíritu, alejándol@ de la gracia divina. Pude evitarlo, pero estaba tan cansad@ que me dejé llevar por la corriente de ese río de sangre que arrastraba en su cauce los escombros de todas mis vidas pasadas. Era una venganza injusta y forzada, algo que nadie merecía más que nosotr@s.

A estas alturas debes saber o imaginar los hechos. Hasta aquí me llega el olor a toda esa sangre que increíblemente puede contener un cuerpo humano, como el de un cerdo bien, bien gordo. Ahora que soy yo quien está encerrad@, tengo la obligación de confirmártelo todo, pues soy su cómplice y su amante, o como me lo dijo una vez: “La mitad que siempre me faltó”. Seré concis@ pero no esperes que me olvide de lo poético que resulta todo esto, al menos para nosotr@s.

Durante veintinueve años estuvimos en contacto discreto, nutriéndonos con visiones propias del mundo que resultaban conflictivas entre sí. El bien o el mal que hacía o me hacían, que para fines prácticos eran sólo puntos de vista diferentes era lo que hacía hervir su sangre ante una impotencia irremediable o algunas veces, simplemente le devolvía la paz cuando se enteraba de mis acciones en contra de mis agresores. Siempre estuvo al pendiente de mí, a pesar del confinamiento al que le sometí, y es que nos enamoramos, como ningún@ de l@s dos lo quería y nos cuidamos, nos alentamos a seguir con vida y a soñar con que las cosas cambiarían algún día, si Dios se apiadaba de nosotr@s.

No me imagines así, tal cual lo estás haciendo: No soy un monstruo… No lo somos, es sólo que a veces la vida no resulta como uno la planea y debes tomar acciones para cambiar las cosas que van mal, para evitar que se salgan de control. Por eso las cadenas y la oscuridad en la que l@ mantuve. Hasta que perdí la esperanza de poder resolverlo todo por mí mism@. Esa noche fue de las peores y el dolor ya insostenible me orilló a dejarle en libertad. Yo ocupé su lugar y me enteré de toda la violencia que guió sus pasos, sin poder detenerl@ ni la primera ni la última vez y mucho menos en las de en medio, porque yo, de alguna manera, también disfrutaba con cada herida que profería, con cada hueso que rompía y cada vena que cortaba. Nos bañábamos con las lagunas de sangre y nos reíamos del sonido del regurgitar en sus gargantas cuando ésta se arremolinaba entre la saliva que no podían acomodar para pedir piedad. Disfrutábamos ver cómo la vida los abandonaba y sus ojos se volvían acuosos, perdidos en la nada cuando se convertían en esa misma nada. Uno de los doce murió con una sonrisa torcida en su atractivo rostro; parecía que disfrutaba todavía de la fiesta a la que fue escoltado, mintiendo descaradamente sobre la despampanante novia que llevaba consigo esa noche. Cuando se enteró de que hasta él había sido engañado con ese cuento, no pudo con la verdad y le dio un ataque al corazón. Me rio al pensar que se lo rompimos cuando ya de madrugada quería hacer valer el dinero que pagó por la compañía de esa velada. Como si fuera el último clavo sobre su ataúd, todos y cada uno de ellos se fueron de este mundo conociendo al desnudo la verdad sobre nosotr@s.

No deberían ser tan duros. No es una mala persona, sino el resultado de la maldad de este mundo. No l@ justifico, pero la gente debería pensarlo dos veces antes de portarse como lo hicieron conmigo durante tantísimo tiempo. ¿Acaso no pensaron en las consecuencias que podían tener sus actos pecaminosos? Me alegro de haberl@ liberado después de todo y aunque sé que me espera un encierro de verdad de ahora en adelante, también sé que no podrán separarnos y que hay una habitación especial para nosotr@s.

No voy a decirte mi nombre, ni el suyo. ¿Qué más da a estas alturas? Podrás eso sí, anotar la fecha y hora en que supiste toda la verdad para cerrar el caso en el que participaste desde el principio. Piensa en nosotr@s como dos personas viviendo en el cuerpo de una. Me hace reír el pensarlo así, porque al final, también somos dos cuerpos unidos por una misma esencia. Mitad hombre y mitad mujer o todo hombre o toda mujer cuando hace falta: Me gustaba ser mujer para trabajar y coquetear y hombre para asesinar y cobrar venganza por nosotr@s.

Ya no tengo certeza de quién está dentro y quién fuera, porque nos amamos tanto como para intercambiar lugares cuando lo necesitamos. Nuestra mente se ha vuelto una prisión acogedora y disfrutamos nuestra condición, porque de ninguna manera hemos sido privad@s de nuestra libertad, ahora que somos un@ mism@. Llévanos cuando y donde sea, porque no importa qué pase, siempre encontraremos la manera de salir. Eso es algo que nadie ha dominado tan bien como nosotr@s.

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